Actualizado el lunes, 13 febrero, 2017

Todo comienza cuando decides que las próximas Navidades las pasarás en el extranjero, sin tu familia y sin tus amigos pero con un gran compañero de viaje y de vida. Al principio sientes inquietud, inseguridad… no tienes claro si esa decisión será la más acertada. Es miedo a lo desconocido.

Empiezas a plantearte dónde cenarás el día de Nochebuena, que te encantaría celebrar estas fechas tan señaladas como una belga más… resumiendo: una mezcla de sentimientos bastante importante.

Todo da un giro de 360º cuando pisas Brujas por primera vez en tu vida. Sales de la estación y la ciudad en la que temías estar en Navidad te roba el corazón sin darte cuenta. La mochila ya no pesa. Caminar por sus calles de adoquines te planta en el centro neurálgico de Brujas sin darte cuenta. De pronto, llegas a una calle comercial llena de tiendas de marcas internacionales y gente apresurada por comprar los últimos regalos; Y piensas: Esto no es lo que me habían vendido de Brujas. ¿Qué hace toda esta gente aquí? ¿no se supone que era una ciudad medieval de cuento de hadas tranquila y romántica? Un poco decaída sigues en busca del hostel y vuelves a las callejuelas que dotan de encanto a esta ciudad.

La ilusión se apodera de ti de nuevo. Tras instalarte en el hostel, decides seguir descubriendo Brujas. A cada paso vas encontrado detalles, canales, casas que hacen que te olvides de aquella calle comercial abarrotada de gente. El atardecer es absolutamente cautivador. A medida que pasan los minutos se crea un ambiente indescriptible hasta que el anochecer deja paso a las luces y las sombras de la noche que hacen la ciudad aún más bella. Las preocupaciones e inseguridades pre-viaje desaparecen y te das cuenta de que tu estado de intranquilidad fue una pérdida de tiempo.

Pasar las Navidades en Brujas te permite conocer a personas con tus mismos intereses y ansias de descubrir el mundo. Conoces a Sofi, Paloma, Enzo y Ale; argentinos que como tú pasan sus primeras Navidades sin los suyos. Quieras o no, cenar con ellos aquel día es un sentimiento que nunca se olvida. Quien sabe si nos volveremos a encontrar en el camino, pero estás segura de que un mínimo contacto existirá, aunque sea vía Facebook o Instagram con un simple “me gusta”.

¿Y Gante? Bueno, una ciudad que por falta de tiempo visitas de puntillas el 25 de diciembre. Resultado: calles desiertas y comercios y mercado navideño cerrados; como es lógico en un día tan señalado. Aún así, Gante también te guarda una sorpresa. Tienes el placer de conocer a un anciano que se acerca a ti por que detecta que estas de paso. Sin comerlo ni beberlo te plantas en medio de una plaza paraguas en mano manteniendo una charla bajo la lluvia. El señor está muy puesto en la situación política actual de España y habla a la perfección el castellano. La gente nunca dejará de sorprenderte.

Con todas estas anécdotas y experiencias que llenan poquito a poco tu mochila, prosigues tu camino hacia Bruselas.

Autor

Comunicadora audiovisual y periodista especializada en viajes.

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