Hoy me he despertado con ganas de playa. Pero no una cualquiera, porque tengo el mar enfrente de casa. ¿Te imaginas una playa sin arena, completamente negra y con el agua cristalina? Existe y está en Sicilia. No es otra que la que rodea Aci Castello.
Puede que nunca hayas oído hablar de Siurana o que simplemente te suene porque tiene un pantano. Este pequeño pueblo de la comarca del Priorat en Tarragona, te enamora desde el primer segundo.
Lo confieso, soy una enamorada de Galicia, en concreto de Pontevedra. Es uno de esos lugares a los que a una le llaman la atención desde el primer momento sin saber muy bien por qué. Es una atracción entre el destino y uno mismo que no tiene explicación, simplemente sientes la necesidad de viajar para conocerlo. En mi caso, el viaje duró aproximadamente un año. Lo considero mi viaje iniciático, una experiencia que sin duda me ha hecho cambiar en muchos aspectos de mi vida y me ha hecho crecer como persona.
Permíteme que te confiese que nunca he escrito sobre un lugar que no he pisado con mis propios pies. Este artículo no deja de ser una primera impresión, una apariencia que tengo sobre Madagascar; no sé si se acerca mucho a la realidad, por que al fin y al cabo, la información que hay sobre esta gran Isla Roja es interminable.
A raíz de buscar fotos de comida para “Sicilia, un paraíso gastronómico” me he percatado de dos cosas: 1. Soy un desastre almacenado las fotografías de nuestros viajes; si quieres que no te pase como a mi, puedes echarle un ojo a “Almacena bien tus recuerdos”. Y 2. Ser un desastre me ha servido para localizar fotos que me han dado ideas para algún post relacionado con mi tierra: Bizkaia.
Situado entre las localidades de Bakio y Bermeo, se halla uno de los islotes más emblemáticos y mágicos del País Vasco: San Juan de Gaztelugatxe. En él se encuentra una ermita que originalmente data del siglo X.
¿Cómo exprimir al máximo un fin de semana en pleno mes de diciembre en Galicia? 2 factores son suficientes para cumplir este objetivo: buena compañía y muchas ganas de andar.
Uno de los tantos aspectos que me sorprendieron cuando aterricé en Catalunya fue una costumbre que muchos catalanes han adquirido desde bien pequeñitos: frecuentar Andorra. La mayoría de ellos lo hacen o hacemos por sus grandes descuentos, principalmente en aparatos tecnológicos, tabaco, alcohol y combustible.